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Carmen Zavaleta
Sobre Cicatrices
¡Las que me están moviendo!… Anoche, durante la función de Cicatrices, el trabajo dirigido por Janet Pinela y representante de Colima, esta frase (escuchada en una de las entrevistas en video que integraban el espectáculo), me despertó: el relato de las ruinas que dejó el terremoto de 2003 en Colima, era un buen intento, que se desdibujó.
Y la cosa era extraña: porque al inicio, la presencia de Tere Rábago (con el gusto que me implicó volver a verla sobre al escena), la arriesgada propuesta de la dirección con las imágenes, el complicado y efectivo trabajo técnico, las proyecciones: prometían un viaje interior, una despedida y la soledad como algo entrañable.
Pero no sucedió en su totalidad.
A mi modo de ver las dramatizaciones de eventos tan devastadores como los terremotos, deben ser capaces de sintetizar la destrucción que se origina: la física, la emocional, la social. Ya una vez un terremoto me enseñó (como a millones de mexicanos), que después de que se mueve la tierra, lo jodido es reconocer las carencias económicas y la falta de interés políticos.
Lo verdaderamente entrañable es la actitud humana.
Lo endiabladamente difícil es llevarla a escena.
En Cicatrices, el trabajo estaba a la vista, con este sabor de equipo escénico comprometido y que apuesta por transformar los momentos de crisis en un evento creativo, cuidando de no caer en la inmediatez (por lo reciente del evento); sin embargo, el movimiento no fue suficiente.
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