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Protagonista fundamental del teatro mexicano del siglo XX
Juan Carlos Hidalgo
“El verdadero arte no busca la revolución, el verdadero arte es la revolución”, solía repetir el dramaturgo alemán Bertold Brecht; se trata de una frase que también es útil para referirse a cierto tipo de artistas, cuya amplitud de miras no buscaba la revuelta o el cambio por si mismo sino dotar de autenticidad y esencia a su trabajo, para que este en sí mismo entrañe la propia transformación. Tal es el caso del director de origen polaco Ludwik Margules, a quien le está dedicada la exposición Viaje de un largo día, que con motivo de
La muestra está conformada por pósters, programas de mano, bitácoras de trabajo, fotografías y otros materiales, que son una parte de los instrumentos de trabajo con los que este protagonista definitivo del teatro mexicano del siglo XX desarrollaba sus montajes, y que son además el testimonio de una vida consagrada a la creación, pese a las adversidades que el destino le colocó delante.
Ludwik Margules Coben, nacido en Varsovia, Polonia, en 1934, se estableció en el país en 1957, matriculándose en
Viaje de un largo día fue organizada con el archivo personal del director, que fue donado por sus hijas al Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral “Rodolfo Usigli” (CITRU), con el objetivo de que fuera estudiado y clasificado metodológicamente. Así pueden apreciarse materiales de obras tales como: Ricardo III, de Shakespeare (1971); De la vida de las marionetas, de Bergman (1983); Jacques y su amo, de Kundera (1988); Ante varias esfinges, de Ibargüengoitia (1991); Las adoraciones, de Juan Tovar (1993); Tiempo de fiesta y luz de luna, de Harold Pinter (1994).
Una pieza notable de la exposición es un telegrama que testimonia los esfuerzos institucionales para sacarlo de Polonia, durante una parte álgida del periodo socialista. Capítulos como este provocaron que personalidades de la escena cultural nacional, como la escritora Angelina Muñiz-Huberman, definieran la personalidad Margules como: ''un representante de las conciencias inquietas, de lo irreverente, de lo que no alcanza la paz ni la felicidad paradisíacas. De la interrogación constante y de la respuesta que no se halla, un ser en perpetuo movimiento en la palabra y el hielo, en el hambre, en la tortura, en la náusea y el dolor. Un sobreviviente que se alimenta de sus tormentos y sus tormentas, que recoge las ruinas en el desamparo y la desolación”, tal como lo expresara al Diario
El también responsable de las puestas en escena de Cuarteto, de Heiner Müller (1996); Don Juan, de Moliére (1997) y Antígona en Nueva York, de Janusz Glowacki, representa la figura y el peso del director obsesivo, que cuidaba al extremo cada ensayo y exigía entrega total de parte de su elenco. Ludwik no conocía términos medios, obtenía el máximo de cada actor, pero así también revaloró su importancia dentro del universo del fenómeno dramático.
Se dio tiempo también para dirigir óperas, entre las que se encuentran The Rakes Progress, de Auden y Stravinski (1985); El Fausto, de Gounod (1986) y Aura, de Mario Lavista, a partir de la novela corta de Carlos Fuentes y con una adaptación de Juan Tovar.
De quien fuera director del Centro Universitario de Teatro, del Departamento de Actividades Teatrales de
Viaje de un largo día, Instrumentos de Trabajo de Ludwik Margules, puede visitarse de martes a sábado de 10:00 a 18:00 Hrs., en la galería Leo Acosta (Portales de
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