viernes, 24 de noviembre de 2006

Taller Fundamentos básicos. Reflexiones




Jacinto Lagunas Cruz

El Teatro es uno de los herederos directos de la convocación del aquí y ahora. Sólo que en términos generales, se ha convertido en una especie de depositario disfrazado.

Con esta idea nos recibió el maestro Nicolás Núñez el sábado 19 de noviembre, a los participantes de su taller. Nos ha planteado la oportunidad de atravesar tres umbrales de conocimiento interno. El primero de ellos: conócete a ti mismo. En él, hemos reflexionado ¿quién soy yo? Hemos respondido en diversa forma, desde el nombre y la edad; pasando por nuestras pretensiones y anhelos; hasta llegar a confesar relaciones incestuosas o iluminaciones místicas.

Yo soy yo, más mis circunstancias. Llegados a estas divagaciones nos hacemos la pregunta en tercera persona ¿quien es Jacinto?, ¿el actor de reparto en el programa nacional de teatro escolar?, ¿el padre de una Beatriz, niña de 9 años? Podría responder que él es eso y más. La labor de definir a esta persona, a este hombre que habita mi cuerpo, es extenuante.

La pregunta podría tener infinitas respuestas y resulta que no se puede responder. Ahora viene a mi memoria la réplica de mi hermana Isabel: “no te conozcas a ti mismo, te ahorrarás muchas decepciones”. El primer umbral me ha iluminado, y cegado, el sendero del conocimiento es arduo, interminable. No se puede conocer en su totalidad el ser, al intentar saber como esta constituido el objeto lo modificamos con el instrumento de nuestro escrutinio.

El maestro Nicolás nos hablaba sobre los actores “plomo” que se resisten a comunicar la totalidad del mensaje teatral, a diferencia de los actores “oro” que comunican con fineza integral. Una de las finalidades del curso es reconocer nuestro estado como actores, ¿Qué tanto estoy comunicando? ¿A quién va dirigido lo que quiero comunicar? ¿Cómo me preparo para comunicar? Dentro de una serie de cuestionamientos introspectivos sobre el ser debemos consultar nuestra propia esencia, indagar nuestro origen remoto y nuestras circunstancias inmediatas; apropiarnos de nuestro proceso cognitivo.

A través de ejercicios de circulación energética recobramos el vínculo que nos une con la inmensidad. Abandonamos el Yo cotidiano para recuperar el Gran yo infinito: inconmensurable. ¿Qué significa todo esto? ¿Es el inicio de una nueva secta escénica? Lo cierto es que hemos sido convocados para conspirar, es decir respirar con el otro, el que hace posible reconocerme como ente único, el que colabora en mi conocimiento de mí mismo; ese otro que forma parte de la antigua nación del teatro, ese paisano desterrado también que tramita su pasaporte de recién venido.

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