miércoles, 22 de noviembre de 2006

El público, el gran ausente

Juan Luna Ruiz


¿Y si invitamos al público al teatro? ¿La desigualdad en la recepción del teatro se resuelve con lo masivo de las ofertas en la Muestra Nacional? ¿Hay un público teatral cautivo o especializado? ¿El gusto del público teatral es homogéneo o transversal? ¿De dónde viene la información estética del público afín al teatro en México? ¿Cómo resuelven las puestas en escena la distancia entre comunicación y estética? ¿Es el público una preocupación del artista de teatro?

Es lamentable que en los foros de análisis de la presente MNT el tema de la audiencia de teatro esté ausente y sobre la no-crítica complaciente. Los análisis sociales sobre el público teatral en México (esto es, los comportamientos de los públicos teatrales) son todavía un tema ya no digamos soslayable, sino impensable al menos en la jornada artística a que nos referimos. Hasta ahora, la perspectiva de una “sociología del teatro” privilegia una noción prejuiciada y estructural sobre los comportamientos del público y su relación con la capacidad estética del actor, así como la calidad de la recepción del público.

La verdad es que debemos llamarla audiencias en plural, toda vez que los públicos que asisten al teatro son diversos, en tanto su capital cultural muestra distintos niveles que determinan la calidad de su recepción y es por ello que la apropiación es desigual. Si a ello agregamos el hecho de que la calidad de la recepción del público ocurre en contextos estéticos y de poder, podremos advertir lo complejo de la relación Discurso Estético-Audiencia, pues es claro que el suceso comunicativo de una puesta en escena no se agota en el tiempo en que ella ocurre, toda vez que el público ingresa apenas en un proceso de resemantización de la propuesta artística, al enlazar su experiencia estética con otras esferas de la realidad social, en donde claramente se encuentran otros sujetos y equipamientos culturales que determinan su experiencia (críticos, mass media y otros discursos autorizados).

Un estancamiento del debate se debe a que se ha confundido al objeto de estudio: bajo el engaño de la visión sartoriana de una teoría hipodérmica, se mira al sujeto mismo de creación artística como el emisor que determina la calidad del mensaje, y no a la calidad de recepción de los públicos de arte, inmersos en universos de símbolos y experiencias.

Pero si lo ponemos en una cuestión inicial, cabría preguntar ¿tiene sentido para el artista, para el director, para el dramaturgo, para el promotor, pensar en el público en estos términos o son estas cuestiones materia académica de la antropología de la recepción?

Ahí lo dejo de tarea.

juanluna_02@yahoo.com.mx

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