domingo, 19 de noviembre de 2006

Más qué hacer el 20 de noviembre

Talleres

Escuela de Artes

10:00 a 13:00 horas

Taller de Actuación

“Fundamentos Básicos”

Imparte: Nicolás Núñez

Taller

“Adaptación para el Teatro”

Imparte: Silvia Peláez

Seminarios

Teatro Hidalgo Bartolomé de Medina

10:00 a 13:00 horas

“La voz del cuerpo”

Imparte: Margie Bermejo

Noctambulario

Bar La gruta

23:00 horas

Plaza Pedro María Anaya, Centro Histórico

“De princesas, príncipes y otros bichos”

Paola Izquierdo

Foro de Análisis

Sala Salvador Toscano

16:00 a 18:00 horas

Conductores: Luz Emilia Aguilar Zinser y Saúl Meléndez (se consideran las obras del día anterior, incluyendo el Noctambulario).

Mesas

Sala Salvador Toscano

11:00 a 14:00 horas

Mesa de Trabajo para Dramaturgos:

“Tendencias artísticas en la dramaturgia contemporánea de México”

Participación abierta

Moderador: Luis Mario Moncada

Pancho Villa y los niños de la bola


Raúl Guerrero Bustamante

Una carpa fue instalada en la plaza Aniceto Ortega, dentro de ella, una parafernalia teatral muy funcional para esta obra, un esfuerzo técnico impresionante con apoyos de iluminación, algo de multimedia y utilería conformada por antigüedades y un vestuario totalmente fiel a la época; todo lo anterior, incluida la carpa, viaja con la obra cada vez que ésta se presenta, aunque nunca había viajado tantos kilómetros para presentarse; antes se había presentado en el lugar en donde se originó, tierra del grupo teatral y de los actores, en Chihuahua, en el pasado Festival Internacional y en las afamadas Jornadas Villistas.

Otra faceta interesante de la obra es que los actores son a la vez tramoyistas, y que la complejidad de la obra les demanda mucha atención a todos los detalles de actuación y escenografía. Entrar en la atmósfera de la obra no le costó trabajo a los espectadores. Cuando inició, apareció una niebla en un escenario que representa la oscuridad de la noche, se vive el frío que los personajes deben sentir, pero sobre todo la ambientación de la obra sabe también enseñarnos a experimentar la nostalgia de dichos personajes. Aparecen de momento dos hombres, con toda la facha de revolucionarios: sucios, desarrapados, gastados por la situación de guerra. Más desarrapado y gastado, entra a escena un viejo. Son tres personajes pero el mismo individuo, Alfredo Chaparro es su nombre, uno es viejo, otro es joven y otro es un niño. Los tres se encuentran en esa fría noche neblinosa. Se identifican “yo soy tú, cuando eras joven”, “y yo, cuando eras niño”, le dicen al más viejo, quién es forzado por los otros dos a recordar su vida; esos momentos de la infancia, de la revolución; cuando los niños jugaban en la calle entre cadáveres tirados que debían brincar, meciéndose en la soga que a los adultos les sirve para ahorcar, pero que para ellos era un columpio; niños que se divierten asomándose por los agujeros que las balas dejan en la pared, una niña que juega con una muñeca de porcelana pero sin pelo. Se dice en la obra que los adultos no salían a la calle por temor a ser confundidos con el enemigo y recibir un escopetazo, sólo los niños se atrevían a salir por su imperiosa necesidad de jugar. Alfredo Chaparro escucha la narración que su yo joven le dicta, empieza a recordar a su madre, quien ayudaba a Francisco Villa; recuerda Chaparro a un hermano que tuvo, un chiquillo llamado José León, un pequeño de piel morena –representado en la obra por una marioneta-, que le gustaba tocar un cornetín militar y que nunca pudo hablar, pero que se comunicaba con una mirada tan triste y dolorosa que hasta le sacaba las lágrimas al mismísimo general Pancho Villa, quien no hallaba respuesta para disolver esa tristeza que el niño emanaba. Recuerda Chaparro a alguien que se hizo amiga de su madre y más tarde su tía, una mujer que le llaman La Torcuata, quien se dedicaba a robar en los trenes, aquella que un día, cuando estaba huyendo de un garrotero, le fue tomada una foto, esa foto tan famosa de Agustín Casasola –curioso es que la obra se presentó enfrente del archivo que guarda el original de dicha foto-, en donde se aprecia una mujer con cara de espantada, sujetándose de las agarraderas del vagón de tren. Por su conducta, La Torcuata es castigada por Villa y enviada con Ercilla, la madre de Alfredo Chaparro, Villa también le regala la foto, para que se dé cuenta de cómo en ella se puede apreciar en su rostro cómo tiene la conciencia. Muchos recuerdos, canciones de la época, la vida de Chaparro se va extinguiendo como las brazas con las cuales se calienta en esa noche. Yolanda Abud, actriz que interpreta a Ercilla, me comenta con el orgullo de ser chihuahuense, de cómo las veces que han presentado la obra ha presenciado cómo la gente del público se enternece; me cuenta también de lo bello que es mostrar a Francisco Villa como alguien que, dentro de todos sus mitos, hay uno que es verdadero, su amor a los niños, quizá el único revolucionario que pensó e hizo algo por ellos, como los orfanatos y el abrir escuelas. Así, sentimos que más que en los libros de historia, la revolución está en la narración que proviene de los recuerdos. Esta obra se presentará nuevamente el domingo 19 de noviembre a las 12:00 hrs. en el mismo lugar.

Exposición retrospectiva del teatro en Hidalgo

Como en otras partes de México, el teatro en el estado de Hidalgo hunde sus raíces en el Virreinato, y sienta sus reales en el siglo XIX, fundamentalmente en la ciudad de Pachuca. Esta exposición es un ensayo que trata de recuperar la memoria de nuestro teatro, como un reconocimiento a los artistas y artesanos que han contribuido a forjar y fortalecer el presente y futuro de las artes escénicas en nuestro estado.

En el siglo XIX, el teatro era el edificio al que acudían diversas capas de la sociedad a ver y ser vistos. El primer teatro edificado en Pachuca se llamó Teatro Progreso, aunque no se tiene la fecha de su fundación, sabemos que en 1869 era ya el centro de la vida social y cultural de la ciudad.

El Teatro Bartolomé de Medina se comenzó a proyectar en 1881 y hasta principios del siglo XX fue el mayor y mejor coliseo para el arte lírico y el arte dramático que llegaba a la "Bella Airosa" con las compañías nacionales y extranjeras que hacían temporada en la ciudad de México. Hacia 1901 el inmueble es adquirido por el gobierno del estado de Hidalgo con la intención expresa de proteger el sano esparcimiento de la colmena. Hacia 1943 fue demolido para edificar el cine Reforma.

Hay que dar un salto hasta 1958 para hablar de la construcción de otro teatro. Gracias a la insistencia de Guillermo Romo de Vivar; se inauguró ese año el teatro Efrén Rebolledo, en honor al poeta mayor de nuestro estado. Ahí fue la sede del Teatro Experimental de Pachuca que fue uno de los pilares del teatro hidalguense. Con toda justicia, el Teatro Efrén Rebolledo que en 1983 también se convirtió en cine, fue renombrado como Teatro Guillermo Romo de Vivar en 1991.

En los años setenta Guillermo Cuevas y Arturo Romero continuaron el trabajo de los pioneros del teatro, cobijados por la Universidad Autónoma de Hidalgo. Por diferentes caminos, ambos directores contribuyeron a la formación de la gente de teatro que hoy conforma la escena hidalguense.

Mención especial merece el escenógrafo, productor y promotor de teatro el maestro

Juan Manríquez Ramos, no sólo por la aportación que el Círculo Diego Rivera, fundado por él en 1961, ofreció al teatro local, sino en virtud de que el personaje más querido de nuestra "farándula", falleció el pasado 13 de noviembre, dejando un vacío dificil de llenar. Su muerte nos confirma la necesidad de recuperar el pasado de nuestro teatro, pensando en el porvenir. Deseamos que esta exposición sea un primer paso en ese rumbo de vida.

Las montañas equivocadas

Darío Pantaleón

Grupos independientes, semi-independientes, semi-subsidiados, beca-dependientes, apapachados del sistema, marginados del sistema, eternos perseguidores del hueso teatral. A la escena pachuqueña no le alcanzan los membretes para identificarse en la pelea por la pervivencia. Poblados de contradicciones, los responsables del quehacer teatral (artistas y funcionarios) se ahogan en un mar de suspicacias y malos entendidos, que son el síntoma de una falta de reflexión sobre las formas de producción y la búsqueda de nuevas propuestas y soluciones tanto artísticas como de gestión.

Y es que últimamente nos pintamos solos en acometer empresas erróneas, en subir montañas equivocadas y gastarnos en rencores pequeñitos. Enrique Olmos (el autor de La Voz Oval, obra que representa a Hidalgo en la Muestra y actualmente becado en Córdoba, España) se ganó la antipatía de sus congéneres por repetir en voz alta y en la revista Paso de Gato lo que todos dicen a soto voce y, ni tanto ya, con algunas copas: “La producción escénica de Pachuca está marcada por la escasez, de cantidad y calidad”.

Aquí todo teatro es chafa, excepto el mío. Si viste a Myrna Vargas una vez, ya viste todas sus obras; los chavos de Quimeras producen mucho y de nula calidad; a Luis Carlos Cabrera lo único que medio le sale es el teatro costumbrista; Darío Pantaleón sólo encuera a sus actores; ¿y los del Instituto de Arte? uh!, bola de pedantes post dramáticos que sólo hacen cosas aburridísimas y todas iguales; ¿Y Marisa Gómez? ¡que gûeva el azote ese de Clitemnestra! Y la culpa de todo la tiene…Lourdes Parga!.

No es que pida indulgencia con las críticas ni para funcionarios, ni para los artistas, sino sólo coherencia. Se vale disentir, refutar y hasta burlarse del que no coincide con uno, pero denostar al otro por opiniones que en el fuero íntimo se comparten, es simple y lisa hipocresía.

Lo grave es que esa misma falta de coherencia, la que ahonda la atomización del medio, desvía la atención de las cuestiones centrales sobre las que tendríamos que ocuparnos y extiende la brecha entre público y teatreros: ¿Cómo ampliar la capacidad de producción de los grupos o artistas individuales?; ¿Qué papel nos corresponde como creadores en la formación y captación de público?; ¿Qué estrategias de colaboración entre artistas e instituciones públicas y privadas se deberían explorar?; ¿Cómo lograr una mayor proyección y vida de las obras montadas?.

Las preguntas son las mismas que se hace la gente de teatro de todo el mundo. La voluntad, constancia, rigor y creatividad para responderlas, es lo que definirá el rumbo de nuestro arte teatral y su incidencia en la comunidad.

Cabaret: humor y política, seduce al público


Aida Suárez Chávez

Aun cuando sea desgarrador el sufrimiento existencial, sigue teniendo más adeptos el humor y la risa que provoca la crítica política en nuestro país que, sin embargo, también tiene un alto grado de dolor.

Así lo manifestaron ayer, integrantes de Las Reinas Chulas, durante su participación en la primera sesión del Foro de análisis de esta XVII Muestra Nacional de Teatro, luego de aseverar que “nosotras sí vivimos de nuestro trabajo y aceptamos que se integren con nosotros a los que se están saliendo del teatro”.

Durante la primera sesión de análisis, dirigida por Luz María Aguilar Zinser y Saúl Meléndez, en una tarde fría de noviembre, se habló de los dos sufrimientos de los mexicanos a través del dolor que expone “groseramente” Frida Kahlo desde su obra plástica, así como del que padece el país con la verdad política.

Las dos primeras obras que entraron a la escena del análisis fueron: Unos cuantos piquetitos y Las Reinas Chulas, en las que el público fue de la felicitación, a la crítica; de los elementos escénicos no presentados pero esperados; de la pregunta mordaz a la aseveración sobre el tipo de teatro que hace falta en México.

Incluso dos momentos provocaron la risa de los asistentes a la sala Salvador Toscano del INAH, en Pachuca, cuando Aguilar Zinser expuso “no entiendo por qué están tan calladitos luego de haber visto una obra tan polémica como la de los piquetitos”. Y todavía fue más allá cuando expresó, así espontáneamente “entonces hay un acuerdo: todos contra Fox”, al aseverar que es recurrente hablar de lo que hace o no hace el presidente de México.

Por su parte el director Mauricio García Lozano quien dirigió la obra de estreno de la Muestra, mencionó que la autora Ximena Escalante siempre aborda el dolor y sufrimiento de las mujeres y, en este caso, no se quedó atrás. Mostró a Frida “con su exhibición grosera del sufrimiento”.

Incluso externó que, curiosamente, en México la obra deja en la reflexión al público y hasta con una sonrisa, sin embargo, en Ámsterdam, donde se estrenó a nivel mundial, la gente expresó “no tengo por qué ver esto”.

Aceptó que la puesta en escena presenta el discurso humano y, ante la propuesta del público para que se presente en temporada, consideró que aun lo duda y, sin embargo, expresó “chido ¿cuándo?” en el momento en el que se le propuso que se exhibiera en un escenario más íntimo: El galeón, de la ciudad de México.

Una de las críticas que recibió Unos cuantos… fue la que ofreció Isabel Quintanar al señalar que presenta momentos demasiado “choreados” y que las primeras actrices que intervienen lo hacen muy bien pero con las que entran más tarde “se cae la obra”.

También se dijo que se presentan todas las “Fridas” posibles y con las que el público tiene en su cabeza, y queda aun la duda: ¿cuál es la esencia de Frida?, ¿quién es Frida Kahlo?

Así, Aguilar Zinser recordó que Frida y Diego recuperaron los elementos mexicanos al mostrar una identidad viva, tanto de las costumbres como de la gastronomía.

Saúl Meléndez, por su parte consideró que Unos cuantos… muestra visos de comedia, desesperanza y hartazgo del sufrimiento.

Que el teatro-cabaret se cuente en los Foros de análisis: RCh

Dos de los integrantes de Las Reinas Chulas mostraron su preocupación porque el teatro de noche no ha sido abordado en la Muestra para el análisis, ya que existe pensando solamente en que es “la peda pa´ después de la Muestra”.

Sin embargo, sarcásticas, aseguraron que ellas sí viven de su trabajo y que, incluso, aceptan en sus filas a quienes “abandonan el teatro por no contar con un empleo”.

Sostuvieron que hay un desconocimiento absoluto del teatro de noche aun cuando cada vez tiene más seguidores por los temas sarcásticos que aborda, principalmente los asuntos políticos del país. Uno de los ejercicios es ajustar el contenido por las noticias del día.

Aceptaron que al público le gusta escuchar los temas que le duelen a México, como la política, lo que provoca escozor en algunos que no están da acuerdo en la crítica que se presenta durante el show.

Actrices, ejecutantes de un instrumento, bailarinas que portan vestuario vistoso por sus colores y escote son sarcásticas hasta en el Foro de análisis que las tomó en cuenta en esta Muestra.

Hablaron de la provocación que hacen entre el público, al que intentan sacudir en cada función. Es un deber de cada una de las artes: provocar. Desde la diversión hasta la crítica; de la incomodidad a la risa involuntaria.

Estar en desacuerdo es una forma de poder seguir en esto, manifestaron.

Y aceptaron: “no hay un teatro para todos; cada quien elige el suyo”.

Viaje tomando la mano de Margules


Protagonista fundamental del teatro mexicano del siglo XX

Juan Carlos Hidalgo

“El verdadero arte no busca la revolución, el verdadero arte es la revolución”, solía repetir el dramaturgo alemán Bertold Brecht; se trata de una frase que también es útil para referirse a cierto tipo de artistas, cuya amplitud de miras no buscaba la revuelta o el cambio por si mismo sino dotar de autenticidad y esencia a su trabajo, para que este en sí mismo entrañe la propia transformación. Tal es el caso del director de origen polaco Ludwik Margules, a quien le está dedicada la exposición Viaje de un largo día, que con motivo de la XXVII Muestra Nacional de Teatro, se exhibe en la galería Leo Acosta, ubicada en los Portales de la Plaza Juárez de Pachuca.

La muestra está conformada por pósters, programas de mano, bitácoras de trabajo, fotografías y otros materiales, que son una parte de los instrumentos de trabajo con los que este protagonista definitivo del teatro mexicano del siglo XX desarrollaba sus montajes, y que son además el testimonio de una vida consagrada a la creación, pese a las adversidades que el destino le colocó delante.

Ludwik Margules Coben, nacido en Varsovia, Polonia, en 1934, se estableció en el país en 1957, matriculándose en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, para pasar posteriormente a la Escuela de Arte Dramático de Bellas Artes y la Escuela de Arte Teatral del INBA. Su formación se complementó colaborando estrechamente con Seki Sano, hasta llegar a su debut en la dirección en 1961, con El gran camino, de Chejov, escritor ruso de quien fue gran estudioso durante toda su vida y del que también estrenó El Tío Vania.

Viaje de un largo día fue organizada con el archivo personal del director, que fue donado por sus hijas al Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral “Rodolfo Usigli” (CITRU), con el objetivo de que fuera estudiado y clasificado metodológicamente. Así pueden apreciarse materiales de obras tales como: Ricardo III, de Shakespeare (1971); De la vida de las marionetas, de Bergman (1983); Jacques y su amo, de Kundera (1988); Ante varias esfinges, de Ibargüengoitia (1991); Las adoraciones, de Juan Tovar (1993); Tiempo de fiesta y luz de luna, de Harold Pinter (1994).

Una pieza notable de la exposición es un telegrama que testimonia los esfuerzos institucionales para sacarlo de Polonia, durante una parte álgida del periodo socialista. Capítulos como este provocaron que personalidades de la escena cultural nacional, como la escritora Angelina Muñiz-Huberman, definieran la personalidad Margules como: ''un representante de las conciencias inquietas, de lo irreverente, de lo que no alcanza la paz ni la felicidad paradisíacas. De la interrogación constante y de la respuesta que no se halla, un ser en perpetuo movimiento en la palabra y el hielo, en el hambre, en la tortura, en la náusea y el dolor. Un sobreviviente que se alimenta de sus tormentos y sus tormentas, que recoge las ruinas en el desamparo y la desolación”, tal como lo expresara al Diario La Jornada, en marzo pasado con motivo del fallecimiento del polaco, el día 7 de ese mes.

El también responsable de las puestas en escena de Cuarteto, de Heiner Müller (1996); Don Juan, de Moliére (1997) y Antígona en Nueva York, de Janusz Glowacki, representa la figura y el peso del director obsesivo, que cuidaba al extremo cada ensayo y exigía entrega total de parte de su elenco. Ludwik no conocía términos medios, obtenía el máximo de cada actor, pero así también revaloró su importancia dentro del universo del fenómeno dramático.

Se dio tiempo también para dirigir óperas, entre las que se encuentran The Rakes Progress, de Auden y Stravinski (1985); El Fausto, de Gounod (1986) y Aura, de Mario Lavista, a partir de la novela corta de Carlos Fuentes y con una adaptación de Juan Tovar.

De quien fuera director del Centro Universitario de Teatro, del Departamento de Actividades Teatrales de la UNAM y del Foro Teatro Contemporáneo, su colega y amigo Juan José Gurrola apuntó: ''Por Ludwik sí vale derramar varias lágrimas. No dio tregua hasta el final; será una piedra en el río del teatro mexicano que sobarán varias generaciones futuras. Generoso e inconmovible, certero en su juicio, pícaro para sus adentros. Sus alumnos lo imitaban siempre con amor y respeto. Un maestro”.

Viaje de un largo día, Instrumentos de Trabajo de Ludwik Margules, puede visitarse de martes a sábado de 10:00 a 18:00 Hrs., en la galería Leo Acosta (Portales de la Plaza Juárez s/n). Entrada Libre.