viernes, 24 de noviembre de 2006

Fernando de Ita, de la crítica a la creación


“Un verdadero crítico es aquel que desmenuza, que propone, que crea una corriente literaria”

Roberto Perea

No es común reconocer a la crítica como parte del hecho artístico, fue la frase con la que Fernando de Ita, -quien el año próximo cumplirá 30 años como crítico de teatro y periodista cultural- inició su alocución después de recibir la Medalla Xavier Villaurrutia en la inauguración de la XXVII Muestra Nacional de Teatro.

Esta afirmación resulta particularmente relevante cuando proviene de alguien que ha sido parte del fenómeno teatral desde diferentes trincheras. De hecho, inició como dramaturgo antes de ser periodista y su primera obra: La soledad, fue publicada en 1968.

En su opinión en la tradición mexicana la crítica ha sido vista como algo en contra o fuera del quehacer artístico y no como una continuación o reflexión acerca del mismo. “Pero culpar al otro no nos lleva a nada, el problema es precisamente la distancia, cuando deberíamos estar dentro de la formulación artístico-poética para poder reclamar nuestro lugar.

“En otras tradiciones la crítica es parte consustancial de la propia creación, pero en México la crítica de teatro siempre ha sido muy marginal, de ahí que gente como Jorge Ibargüengoitia haya salido corriendo para dedicarse a la literatura”, considera De Ita.

Pocos han sido los críticos de teatro que se han dedicado casi exclusivamente a esta labor, que no son autores, directores o productores, como fue el caso de Antonio Magaña Esquivel, investigador y pensador del teatro. “No tenemos a más de cinco en la historia del teatro mexicano, yo incluiría a Olga Harmony entre esos pocos. Hemos sido marginados porque no es una profesión la crítica de teatro en nuestro medio, se ve como un agregado, por eso me asombré de que reconocieran en lugar de un creador de escena a un crítico”.

Roberto Perea: Siempre ha convivido el crítico con tu faceta de dramaturgo y director de escena. ¿Cómo ha sido esta relación?

Fernando de Ita: “Yo comencé como dramaturgo, a los 18 años escribí mi primera obra. En ese momento estaba de moda el teatro del absurdo y yo no encontré exactamente por dónde quería ir. Empecé entonces a trabajar como asistente de producción en algunas obras y como periodista. Me fui a Nueva York y desde ahí escribí sobre lo que veía, me lo publicaban en el Excélsior de Julio Scherer y me gustó mucho.

“Pero no he dejado de escribir teatro, tengo unas 12 obras y algunos colegas me han dicho que un par de ellas se salvan. Desde mi primera obra, que fue más conocida como La enfermedad del amor, que estrené en Cuernavaca, en su sabiduría el maestro Alejandro Luna me recomendó no dijera que era mía, ‘no te lo van a perdonar después de 25 años de crítico y como autor te van a decir de antemano que eres un fraude’, me dijo. Entonces dije que era de un autor rumano e invité a varios afamados colegas que salieron diciéndome. ¡qué rumana es la obra! Cuando se enteraron que era mía me odiaron profundamente. Por otra parte nunca me he sentido director, más bien soy ilustrador de mis obras, aunque como crítico estoy en contra de la ilustración.

RP: ¿Qué opinas de quienes consideran al crítico como un creador frustrado?

FdI: “Los grandes críticos tienen todo menos frustración. Si pensamos en gente a la altura de George Steiner, es más creador que muchos autodenominados así. Depende de cada crítico, quizá algunos sí lo hayan hecho por frustración de no llegar a ser autores, pero la crítica exige un sentido de reflexión, de creación, de información, de formación intelectual, de sensibilidad, como la creación artística.

“Un verdadero crítico es aquel que desmenuza, que propone, que crea una corriente literaria, que se apoya en valores artísticos. Cuando la crítica se ejerce con esa consciencia no hay ninguna frustración, la frustración viene cuando de verdad no tuviste éxito y ejerces la crítica con mala leche, pero si no es un terreno intelectual bastante arduo.

RP: ¿Qué sucede con las nuevas generaciones de críticos?

FdI: Tenemos muchos problemas. Yo soy parte del consejo editorial de un suplemento cultural y tenemos muchas dificultades para encontrar relevos, no sólo en la crítica teatral que es muy ingrata sino también en la crítica literaria, que tienen una larguísima tradición en México. Tal vez porque la crítica no paga en ningún sentido, ni económico ni cultural, porque siempre estamos como apestados, al margen, es ingrata la postura.

“Hay nuevas generaciones de actores, de dramaturgos, de escenógrafos, hasta de tramoyistas, técnicos y diseñadores, pero no hay más de tres jóvenes críticos. Eso nos muestra que, con sentido común, se opta por áreas más fértiles de la creación”

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