jueves, 23 de noviembre de 2006

La voz oval

Metadramaturgia en prime time

Juan Carlos Hidalgo


Entre los miembros de la más joven generación de dramaturgos, a la que pertenecen Edgar Chías, Noé Morales y Luís Enrique Ortiz Monasterio, así como el novel autor hidalguense Enrique Olmos, se extiende el planteamiento de que la dramaturgia puede cumplir un rol similar al de la literatura, que se pueden escribir obras de teatro para ser leídas, por principio y final de cuentas. Lo que da otro sentido a la noción clásica de que lo que se escribe como teatro es concebido para ser llevado a escena.

Tan es así que recurren a la lectura dramatizada como una alternativa accesible para mostrar su trabajo. Esta expresión por momentos se muestra como un montaje a medias, como parte del proceso creativo, y no como un producto terminado. Existe a quien le satisface la experiencia y no faltan aquellos que esperan una puesta más acabada.

Esta polémica no es ajena a la versión final de La voz oval, (estrenada el lunes en el Teatro San Francisco), pues en ella los actores prácticamente no utilizan su histrionismo sino que se abocan a reproducir el texto casi con frialdad, como si de una prolongación de una lectura se tratase. Según esta propuesta, las acotaciones escénicas -la didascalia- es también dicha al público. De esta manera se rompe con las convenciones teatrales tradicionales, se quiebran las concesiones ficcionales y se da paso a un plano de representación dentro de una representación. Se trata de un fenómeno mimético en el que la dramaturgia, el texto en sí mismo, prevalece por sobre la representación

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