sábado, 25 de noviembre de 2006

Antes de la muerte y desde la poesía

Foto: Moguel
Fotos: JJ Carreón


Eduardo Vázquez Martín

Sobre Antes

La Compañía de Teatro de la Universidad de Guadalajara no se propuso llevar a escena la novela Antes de Carmen Boullosa, traducir el género narrativo en texto dramático. Hizo algo mucho más complejo y sutil que una adaptación libre: leyó la novela, extrajo la poesía que anima invisible su escritura, y con esa joya entre las manos creó una realidad a parte: una obra original. El poeta Ricardo Yánez convoca a los escritores que creen que la poesía está en la escritura a dejar el oficio. Los versos hablan del hecho poético, no son poesía: son un vehículo entre ésta y los lectores, son una escuela que nos enseña a verla, a encontrarla o a convocarla. La interpretación de Antes que hace este grupo de teatro habla, para empezar, de una capacidad de lectura muy profunda y muy atenta. Estoy seguro que Carmen Boullosa, una de nuestras grandes escritoras contemporáneas, se sentirá orgullosa de contar con estos lectores.

Mónica Castellanos y Susana Romo entran en verdad en personaje, es decir rompen la frontera de la ficción, de la reinterpretación, para vivir en el escenario. Si Boullosa narra el encuentro de una niña con la muerte de su madre, la pérdida definitiva del mundo imaginario tejido de sueños, juegos y pesadillas que la muerte transfigura cruelmente en el desamparo de la realidad, las actrices reviven la tragedia desde su propia experiencia, es decir desde sí mismas, porque ponen esos sentimientos en su cuerpo y desde ahí juegan, danzan y lloran. Entran en la casa de muñecas como si tuvieran seis años, quiero decir que de pronto su cuerpo de mujeres regresa a esa estura, que no actúan como niñas, sino regresan a la niñez.

Después de la muerte de la madre el mundo tiene un antes y un después, pero esa experiencia es descrita por Boullosa con una fidelidad desgarradora, desde las antípodas del melodrama o el chantaje emocional; es vista con los ojos de niña, de perversa polimorfa, diría don Sigmund. Enemiga radical de la cursilería, la autora de La salvaja no busca hacernos llorar, no nos regala ese desahogo, porque hay dolores que secan los ojos y nos arrancan el corazón. Eso mismo nos hizo vivir ayer la Compañía de Teatro de la Universidad de Guadalajara.

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