martes, 21 de noviembre de 2006

Baal: el primer fruto de las mocedades de Brecht


Raúl Guerrero Bustamante

Inusual para los que aprecian el teatro en Pachuca es acudir el domingo en la noche al Teatro San Francisco; sin embargo un nutrido público se dio cita para ver esta obra, que por ser del genial Bertold Brecht, presuponía una gran complejidad, a ello se sumaban sus tres horas duración.

Hay que hacer notar la importancia de Brecht para el teatro del siglo XX, este autor se caracteriza por tener como meta influir en el público, formarle una conciencia, hacerlo pensar gracias a una forma dramática antirealista; cosa que esta obra logra, y más con la atemporalidad que se instrumentó en esta puesta en escena dirigida por Roberto Briceño, con ello se podía sentir contemporánea, viva.

Baal, la obra que escribiera el autor alemán en 1919 a los 21 años, aquella con la cual se dio a conocer al mundo mostrando una gran capacidad poética y expresiva, representa un duro reto para todo director, cuadro de actores y equipo de producción.

El papel protagónico correspondió al actor Juan Carlos Remolina, quien interpretó a Baal, un poeta-animal, alcohólico; amado por muchas mujeres que pese a su cinismo no saben por qué lo quieren; cantante de variedades, de orientación bisexual; alguien capaz de relacionarse con cualquier persona y destruir esas relaciones, las cuales se dan con prostitutas, carreteros, camareras, a quienes dedica poéticas expresiones. Es alguien que desprecia las convenciones sociales. Capaz de enamorarse de la naturaleza, de ilustrar en palabras lo que capta su mirada hacia los árboles y al cielo, y aun con ello decir que “todos vivimos en el excremento de Dios”.

En esta historia Baal va de más a menos, de rodearse de los opulentos que lo adulan y a quienes él desprecia con su crudeza; hasta encontrarse en la desolación con los desposeídos, con los que “ya no saben lo que es bueno”; con leñadores, de por sí salvajes, a quienes Baal opaca en su barbarie. Donde Baal aparece, aparece el caos, cuando se va, deja atrás todo incendiado, pero quizá no es un ser el que provoca esto si Brecht cree que el mundo es de por sí decadente. Esta escenificación tuvo el destacado trabajo de casi una veintena de actores, procedentes de Morelia, Michoacán, y un cuarteto que en vivo alimentaba de notas musicales a la obra. Un esfuerzo escenográfico magnifico de José Ramón Segura al lograr retocar con una propuesta plástica el escenario, el cual se muestra lánguido y deja ver la otredad depresiva que la obra propone, lugares como la gris sala de una familia rica, la buhardilla en donde vive Baal, bares, cantinas, un cabaret y un triste bosque.

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