lunes, 20 de noviembre de 2006

De Ita, la polémica que no fue

Mayte Romo

Antes de que Fernando de Ita subiera al escenario de la sala Salvador Toscano para explicar las razones que lo llevaron a escribir La pista, Alborde Teatro sostuvo una interesante charla sobre su montaje Pancho Villa y los niños de la bola, con quienes asistieron ayer al Foro de análisis.

El entusiasmo que generó esta última producción, dirigida por Rodolfo Guerrero, se reflejó en la audiencia. No pasó por alto la aceptación de retomar un formato de espectáculo itinerante, la calidad histriónica de los intérpretes, el cuidado en el manejo iconográfico de los recursos escénicos que se hace en este montaje. En resumen, el trabajo de Alborde consiguió dejar un buen sabor de boca en el público.

Y llegó el turno de poner al crítico en el banquillo de los creadores. Fernando de Ita habló de la génesis del proyecto, del mal teatro que llega a Hidalgo, de los problemas que tuvo para hacer la escenografía, del teatro que no se hace en Hidalgo, y de cómo se le fue de las manos la obra al permitir chistes cliché. Y luego vino el turno del público.

La génesis

El crítico en papel de escritor y director contó para la audiencia que desde Cholula, lugar donde reside, ya había comenzado a escribir un movimiento que sucedía en aquella ciudad. “Yo tenía, como miembro del sistema, que escribir una obra” con una condición, confesó al público: tenía que contextualizarla en Hidalgo. “Pensé en escribir (la misma obra) a pesar de que el contexto fuera en Cholula. “Otra de las condiciones era hacer la obra con gente de Hidalgo”.

Por la mente del dramaturgo rondaban muchas intenciones: escribir sobre el contexto nacional sin hacer periodismo, hacer una farsa, concretar una comedia, hacer teatro contemporáneo del que recién había visto en Alemania, probar las cualidades histriónicas de su reparto, entre otras. A la mitad de sus cavilaciones, “los dioses olmecas chicalancas se me presentaron ahí y me dieron la pauta”.

A propósito del tema de la historia religiosa en México, pensó en Nicolás Núñez y escribió un personaje de él, para ser interpretado por él. “No sé si quienes la hayan visto hayan entendido que estaba burlándose un poquito de toda esta parte de la seriedad que él trabaja”.

El director de La pista despejó una de las incógnitas que prevalecía ayer a la salida del estreno ¿por qué se llama así la obra? Y narro: “Hay una pista en San Andrés Cholula. Enfrente tiene a la Universidad de Las Américas; de fondo, los volcanes; está junto a la pirámide de Cholula, que tiene de cima a la Iglesia de los Remedios; junto al panteón.” Así que eso representaba la escenografía, porque ésta fue, según sus palabras “museográfica”.

La presencia de chistes trillados que provocan la risa fácil fue clara dentro de La pista. Al respecto, Fernando de Ita dijo “algunos, chistes evidentemente cliché, estaban ahí y quisimos dejarlos porque la idea era tratar de enganchar un público, tratamos con los compañeros de decir no podemos seguir haciendo onanismo teatral. Entonces eran concesiones evidentes. Quizá a mí se me escapó de las manos, porque hay lugares comunes que podíamos haber evitado, podíamos haber sido más sutiles de alguna manera, continuado con un humorismo más visual, más de movimiento, pero finalmente, apostamos por eso y la apuesta está ahí, y nosotros tenemos que trabajar”.

“El público” dijo, “certifica un gusto hecho por la televisión, y como crítico estoy muy conciente de esa trampa. Ahora les decía a unos compañeros en broma y en serio, a mí qué me interesa la crítica si el público estuvo muy contento, pero hay una trampa ahí evidentemente. La diferencia (con los que buscan la risa fácil) está en que sí estábamos tratando de cosas que espero que le interesen a la gente”.

El público

Llegado el momento del público para criticar al crítico, prevaleció el silencio. Después de una pausa, no muy incómoda, Ilda Saray, vicepresidenta de la Asociación Mexicana de Investigación Teatral, externó con cuidado quirúrgico su descuerdo hacia los lugares comunes de la obra. Y más nadie. Entonces De Ita pidió, “como papá cuervo” según él mismo dijo, un espacio para que su hijo de unos diez años dijera un texto que criticaba a la gente que hace teatro y remataba con “los que van a la Muestra son unos consentidos, pervertidos y lameculos. ¿Cuándo vas a llegar? El martes”. Y otra vez silencio.

Los comentarios sólo podían estar en la sala. Luis Manuel García, hidalguense que se presenta como actor, director de teatro, escritor, mimo, titiritero, además de promotor y gestor cultural asegura que “el trabajo de De Ita es una propuesta interesante, dinámica, reflexiva, lúdica”.

El narrador y dramaturgo Otto Minera seguía en la sala. Su opinión sobre La pista fue requerida, pero él prefirió hablar sobre Pancho Villa y los niños de la bola, de la cual dijo: “es una obra preciosa, preciosa, preciosa. Ese teatro para niños y para todo el mundo lo necesita este país, no me entra en la cabeza que la obra esté terminando su vida, esa obra tiene que seguir, tiene que ir por todo el país. De una dramaturgia muy inteligente, muy sensible, dice lo que tiene que decir, líneas breves que trasmiten muchas cosas, espléndidos actores.

-¿Y Fernando de Ita como dramaturgo?

-Es mejor crítico.

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