lunes, 20 de noviembre de 2006

DE ITA A TRES PISTAS


Luis Enrique Gutiérrez O.M.*

A pesar de todas las amenazas recibidas, la noche del sábado, en el San Francisco, Fernando de Ita estuvo de pie y retador. Cuando el ochenta por ciento de las víctimas históricas de este crítico justo y generoso llevaba meses prometiendo sentarse en la primera fila de la venganza gratuita, Fernando bien pudo —sabiendo que contaba con pocos recursos actorales— montar su hiperecléctica comedia en un tono rasuradito que se acomodara en la respuesta fácil de “son los pobrecitos locales” y asunto terminado. De Ita en cambio, con toda la altura ética que esto implica, se paró en proscenio, se sacó la verga, y se meó sobre el teatro nacional para deleite de un público llano que abarrotó con su culo y risotadas el San Francisco. Y es que si fuera La pista obra de un joven que intenta encaramarse a rasguñones en el falso podio del teatro nacional, lo primero a decir sería que la obra está sentada en la inutilidad de un teatro por demás revisado hace treinta años y además mal hecho; pero al ser de Fernando de Ita, este hermoso adolescente de sesenta y tantos años, al ver sobre la escena a Nicolás Núñez, uno de nuestros últimos actores espartanos, me queda claro que, más allá de las limitaciones que implica trabajar con los locales, La Pista es un homenaje crítico y gozoso de una parte del teatro que ellos vivieron e hicieron vivir en aquellos tiempos de lujuria crítica.

La obra, en momentos, se queda a medio paso de dar la vuelta a la barda, por lo que lo propuesto como una burla termina pareciéndose demasiado al objeto de la misma. A esto contribuye el pobre trabajo de los locales y el poco seguimiento que da el director a las situaciones planteadas. Visualmente la obra es fea y nada contundente. Y si la escenografía de Mónica Raya busca superar las limitaciones de desahogos laterales que tiene el San Francisco, aún así parece muy pesada.

Al final del día Fernando de Ita se propuso irritar a la gente de teatro y divertir al público general, y lo logró. Su comedia, construida en los más estrictos cánones del enredo, ve un país hecho mierda y al punto del estallido. La obra terminará con una gran metáfora deitesca: a nuestros héroes nacionales, a la hora de la hora, no se les para la verga.

En La Pista, Fernando de Ita se propone hablar con Dios, y aunque dios no le respondió, la insanía mental del famoso Toro de Apan y su importante aportación desde la crítica al teatro nacional, quedan intactas. Larga Vida al Toro de Apan.

*Luis Enrique Gutiérrez O.M. es dramaturgo

y examigo de Fernando de Ita

2 comentarios:

Ixehuayo dijo...

La obra desde el comienzo fue horrible y sin ningún atractivo. Los actores son pésimos, tenía una mejor imagen de Nicolás Núñez pero su calidad como actor es muy mala. No terminé de verla por las nauseas teatrales y me salí a los veinte minutos, no había ninguna razón para permanecer ´más en ese hermoso teatro. La muestra debería cuidar mucho más el contenido que presentará a un público hambriento de calidad en nuestro Teatro. Saludos. Guillermo Amador de regreso en el DF ante la decepción. Contacto: guillermo_amador_@hotmail.com

Yo dijo...

"La Pista", fué una obra divertida en su contexto y argumento. Sin embargo, creo que las espectativas fueron mucho más altas. La calidad de la obra, lejos de parecer digna de una muestra nacional de teatro, parecía de calidad amateur, con cientos de errores escenográficos.
Divertida si.
Lo malo fué que no supieron aplicarla al contexto que se requería.