domingo, 19 de noviembre de 2006

Las montañas equivocadas

Darío Pantaleón

Grupos independientes, semi-independientes, semi-subsidiados, beca-dependientes, apapachados del sistema, marginados del sistema, eternos perseguidores del hueso teatral. A la escena pachuqueña no le alcanzan los membretes para identificarse en la pelea por la pervivencia. Poblados de contradicciones, los responsables del quehacer teatral (artistas y funcionarios) se ahogan en un mar de suspicacias y malos entendidos, que son el síntoma de una falta de reflexión sobre las formas de producción y la búsqueda de nuevas propuestas y soluciones tanto artísticas como de gestión.

Y es que últimamente nos pintamos solos en acometer empresas erróneas, en subir montañas equivocadas y gastarnos en rencores pequeñitos. Enrique Olmos (el autor de La Voz Oval, obra que representa a Hidalgo en la Muestra y actualmente becado en Córdoba, España) se ganó la antipatía de sus congéneres por repetir en voz alta y en la revista Paso de Gato lo que todos dicen a soto voce y, ni tanto ya, con algunas copas: “La producción escénica de Pachuca está marcada por la escasez, de cantidad y calidad”.

Aquí todo teatro es chafa, excepto el mío. Si viste a Myrna Vargas una vez, ya viste todas sus obras; los chavos de Quimeras producen mucho y de nula calidad; a Luis Carlos Cabrera lo único que medio le sale es el teatro costumbrista; Darío Pantaleón sólo encuera a sus actores; ¿y los del Instituto de Arte? uh!, bola de pedantes post dramáticos que sólo hacen cosas aburridísimas y todas iguales; ¿Y Marisa Gómez? ¡que gûeva el azote ese de Clitemnestra! Y la culpa de todo la tiene…Lourdes Parga!.

No es que pida indulgencia con las críticas ni para funcionarios, ni para los artistas, sino sólo coherencia. Se vale disentir, refutar y hasta burlarse del que no coincide con uno, pero denostar al otro por opiniones que en el fuero íntimo se comparten, es simple y lisa hipocresía.

Lo grave es que esa misma falta de coherencia, la que ahonda la atomización del medio, desvía la atención de las cuestiones centrales sobre las que tendríamos que ocuparnos y extiende la brecha entre público y teatreros: ¿Cómo ampliar la capacidad de producción de los grupos o artistas individuales?; ¿Qué papel nos corresponde como creadores en la formación y captación de público?; ¿Qué estrategias de colaboración entre artistas e instituciones públicas y privadas se deberían explorar?; ¿Cómo lograr una mayor proyección y vida de las obras montadas?.

Las preguntas son las mismas que se hace la gente de teatro de todo el mundo. La voluntad, constancia, rigor y creatividad para responderlas, es lo que definirá el rumbo de nuestro arte teatral y su incidencia en la comunidad.

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